En su espacio especial para jugar en el granero, Ana se imagina que es una acróbata, una maestra, una domadora de leones, una cantante y una princesa. Este es su reino, un lugar seguro donde los niños son libres de ser lo que sueñan ser. Después de tener una pesadilla acerca de un dragón que quiere que lo acompañe para jugar “juegos secretos”, su padre le enseña acerca de un “dragón” verdadero con el cual ella se puede enfrentar algún día: una persona que la puede invitar a jugar juegos secretos que incluyen tocarse en forma indebida. Más adelante, alguien en quien Ana confía pone a prueba su capacidad para guardar secretos, y decir que no, correr y contar. Debido a los consejos sabios de su padre y a la relación amorosa del padre con su hija Ana, ella sabe lo que debe hacer y a quien contarle lo que le ha sucedido.